lunes, 21 de junio de 2010

Persecución mental

Esta historia es un poco extraña. Me pasó hace unos pocos meses, y la única forma que existe de expresarlo, sin que piensen que soy una mina rayá, es escribirlo.

Era un día caluroso y caminaba tranquilamente por una avenida, llena de gente, de autos y ruidos. Las bocinas iban y venían, los vendedores ambulantes gritaban de una acera a la otra – ¡caserita lleve poleras a la moda a la moda!-. Mientras que desde un paradero se escuchaba – ¡Heladito mora crema, super giro, chocolito!-.

La gente pasaba inadvertida, ya más que acostumbrada a aquel griterío cotidiano.

En este contexto me encontraba yo, escuchando música, en mi volá, justo en ese minuto pensaba en la posibilidad de encontrarme con alguien conocido. En todo caso no le di mucha importancia a ese vago pensamiento, y seguí caminando, pensando en la inmortalidad del cangrejo.

Iba en eso, cuando de lejos divisé la cara de un familiar. Puse los ojos chiquititos para tratar de distinguir si era él, y debo decir, que tengo que haberme visto bien chistosa poniendo esas caras.

El asunto es que no me estaba pasando ningún rollo, efectivamente, era un conocido, mas bien un familiar, un tío pongámosle. Yo iba dispuesta a hacerle el quite, mirando las vitrinas como si me interesaran los zapatos de hombre. El problema es que caché que el ya me había reconocido.

Al fin y al cabo tuve que saludarlo, él me dijo: - ¿cómo estás?-, a lo que yo le respondí:-bien acá vitrineando un poco-. -¿Buscas zapatos para tu papa?- dijo en un tono irónico. -Ehm... Si, si, es que está... Emm enfermo-. -Aah ya veo. Bueno, estoy algo apurado. ¿Te conté que me están siguiendo unos hombres?- No… ¿por qué? -Bueno verás, estuve durante un tiempo en la CIA y sin querer presencié un hecho secreto, y ahora me buscan para que no exponga la información a la gente. - Aah... bueno... no lo molesto más entonces... Suerte... chao! -Chao que estés bien.

Durante la conversación me pude dar cuenta de lo mal que se encontraba mi tío, su situación había empeorado enormemente. Después de despedirme, apenas caminé unos 5 pasos, miré hacia atrás y comencé a seguirlo.

Caminó cerca de 7 cuadras en línea recta, miraba a su alrededor constantemente y de forma obsesiva, por suerte había mucha gente con la que podía pasar desapercibida. Ya cuando me estaba empezando a aburrir, mi tío se detuvo, y entro a un local, bastante misterioso por lo demás, llamado La Morgue, era una especie de bar mafioso o algo por el estilo, que no me tincaba para nada.

Preferí esperarlo afuera, para evitar cualquier tipo de problema, espere cerca de 20 minutos, en los que aproveché de recordar todo lo que me habían contado sobre él.

Tenía claro que estaba más loco que una cabra, y recordé que mi mamá me decía cuando era chica que no le abriéramos la puerta, porque era peligroso.

También recordé que cuando había reuniones familiares y él llegaba, siempre hablaba sobre palabras del diccionario, se sabía casi todos los significados.

Y en ese mismo instante me acorde de algo primordial, mi mamá una vez me dijo que ese tipo era esquizofrénico, y algo así como un maníaco obsesivo.

Por eso su obsesión por las palabras del diccionario y sus raras historias de persecuciones.

Cuando entendí todo ese asunto, como toda una protagonista de serie policial, salió él, seguido por dos hombres que lo acompañaban.

Hubiera pasado piola si no hubiese sido por mi maldito descuido, al no haberme escondido. Y por eso mi tío me vio.

Mis ojos se agrandaron, con una mezcla de entre miedo y sorpresa. Mientras mi tío se acercaba con intención de hablarme.

Su cara se transformó en la de un enfermo, y a medida que se acercaba, el arrepentimiento por haberlo seguido se agrandaba.


Hubo un momento en el que quise gritar y arrancar, pero miraba a la gente caminando como si nada pasara, y me daba vergüenza. Cuando mi tío se acercó lo suficiente, y mi cara de terror espantaba hasta a las palomas, me dijo como si fuera a contarme un secreto:-¡Me encontraron!, soy un imbécil, cómo dejé que me encontraran, ahora me tendré que quedar en Estados Unidos y trabajar toda mi vida para la CIA. Bueno en todo caso te dejo una tarjeta con la dirección para que me vayas a ver cuando estimes conveniente-.

Luego los hombres lo tomaron y lo llevaron en un auto.

Apenas se fueron, miré la tarjeta que decía: Instituto Mental Santiago De Chile

En ese momento la sensación de entre risa, y pena por mi tío fue impresionante, no sabia si reírme a carcajadas o irme rápido a mi casa.

Al final, opté por irme caminando lentamente, escuchando música, rodeada de gente indiferente ante los gritos, tanto de los comerciantes ambulantes, como de las personas angustiadas que gritan silenciosos para que alguien los ayude a sacarse de encima sus pesares imaginarios.

Por: Catalina Aguilar

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