martes, 15 de junio de 2010

Soledad que corta

Una Taza colgando en un clavo, no es más que una taza en un clavo, pero si esta taza se cree clavo y el clavo se cree taza, ya tenemos un clavo colgando de una taza. Para Gustavo, era su taza favorita, algo complicada era su vida si al tomar café, el agua que echaba, se escurría por su manga… y colgaba el paño con el que se secaba, en el clavo quebrado que se encontraba en el suelo. Y para Antonia, un poco más loca, creía que el clavo era para servirse el té, decía Gustavo. Así en esta casa sin alma propia, transcurrían los días, las horas y los minutos sin que algo fuera lo que tenía que ser. Más tarde, nuestro protagonista quería dormir un poco, prendió las velas ya que no encontraba su taza, era obvio, Agustina la había puesto en la pared para colgar su cuadro, Gustavo se enfureció pero no encontró otra cosa más que tomar un plato y seguir durmiendo. Al día siguiente cada vez que tomaba su plato de afilados lados, sentía que podía volar, tan alto que los peces le eran inalcanzables, solo soñaba con su taza encantadora, tenía forma de clavo pero según él, cumplía su función y era encantadora. Y seguía su vida de locura, y sigue y sigue más, no para, pasan las horas, el reloj enloquece, el sol se envejece, no sabemos hasta cuando el tiempo seguirá así, pero Gustavo volaba aún en su patio. Cuando Dorotea logra reanimarlo, deja sus muletas a un lado e intenta seguir caminando por las suyas, pero su horizonte se verticaliza y camina por las ventanas, donde pisa su amada taza, la intenta sacar sin lograr conseguirlo, recae al suelo bañado en tinta por el cuadro, abre sus ojos, se levanta y sigue su vida aún más normalizada. Un día sale de su casa, saca a pasear su taza, no saca las llaves, golpea a la puerta, golpea otra vez y sigue golpeando, golpea. A la taza le falta colgar un clavo, pero el clavo aún colgaba la taza.

Por: Susana Carrasco

No hay comentarios:

Publicar un comentario